sábado

ART & CUENTOS CORTOS



"Como un pájaro muy joven que tiembla y que palpita,
Yo arrancaré ese corazón enrojecido de su seno,
Y, para saciar mi bestia favorita,
¡Yo se lo arrojaré al suelo con desdén!"
Charles Bauderlaire

IRAS MORDIDAS

(Fragmentos)
I

Aún persiste el olor nauseabundo de tu perfume en mi brazo, aún eres tú la que se desliza por entre mi cuerpo como una serpiente; tentándome a matarte, a destruirte con mis únicas manos, apretándote el cuello como si tuvieras un collar de perlas muy ceñidas a tu garganta. Cuento, cuento tu respiración que va ingresando por tu nariz, también cuento tus latidos, apoyando mi cabeza en tus grandiosos pechos, afiebrados están, blandos, inmensamente tentadores. Cruel, sí, soy cruel contigo y conmigo, pues deseo desaparecer lo que más quiero y anhelo, hago de esto una pesadilla, una visión borrosa de ti, te veo desvanecer como una noche más, como aquella noche, compuesto de caricias y abrazos: pero estos actos no nos dicen nada en lo absoluto; puesto que pude haber acariciado y abrazado a una puta con los ojos cerrados, no habiendo diferencia alguna contigo, porque lo que acaricié y abracé fue simplemente un cuerpo; pero que ahora me es inútil tenerlo, me es inútil verlo. Entonces te vas alocadamente, furiosa, sin mirarme, ya que tus ojos miraban el horizonte, aquella puerta azul, como un símbolo de tu libertad, de tu deseo de escapar de mí, por el resentimiento y por el creciente desamor que me profesarás. Me pregunto si podré sentir ese antiamor tuyo, que no precisamente puede asemejarse al odio; NO, tú no puedes odiarme, porque simplemente yo no te odio, sólo te detesto, un poco, y eso no es odiar, sino que es un estado en donde uno tiende a expulsar de forma natural todas las cosas que uno siente ajenas, aun así pudiendo querer o desear con toda las fuerzas. Es un querer, pero lejano, tan lejano, que se vuelve abstracto, indeseable, hasta que dejamos de vernos; de todo esto queda un ambiente desolado, muerto, secretamente nace una enfermedad que nos aplasta el corazón y nos absorbe el cerebro, para así, dar rienda suelta a lo único que no es afectado negativamente sino por el contrario, se desprende, se vuelve autónomo de uno mismo: mi sexo, esa ave fugaz y envuelta en llamas, viajera de mares y prostíbulos; devastadora de flores incandescentes; mi sexo, lo que está en plena ebullición, en su auge solapado, es quien siempre confunde torpemente el orden erótico con el caos moral. Es quizá en ese lugar escondido que nace la libertad del hombre por desconocer, por ignorar la razón, por no discriminar la carne, siendo ésta el último bastión de la realidad, de una realidad alucinada. Existen momentos en que esa ave de rapiña reacciona estúpidamente, cuando ve escaparse algún animal muerto, que espera a ser revivido con su saliva sagrada.

II

Entonces, me doy cuenta que nos es imposible amarnos como normalmente lo hacen un hombre y una mujer: juntos, alegres, serenos, perfumados, patéticamente pegados; siendo todo esto fundamental para imitar a la eternidad. Trato, trato de no compararme con ese hombre, y tú haces lo mismo, tratas de no asemejarte esa mujer, porque ambos sabemos de antemano que no lograremos concretar esa pesadilla, ese posible hecho; más bien lo que hacemos, acaso por naturaleza e innatamente, es separarnos cuando más nos necesitamos, nos ponemos en un ambiente melancólico, o si no es así, irónico; nos insultamos, nos desgraciamos la vida; vivimos locamente una rutina que nos carcome por dentro y lo expresamos en nuestro hartazgo, en las malas cosas que hacemos; y sobre todo no andamos cargados de olores que no sean los nuestros, esos de los que a nadie le gustaría mantener por considerarlo hediondo, fétido. Pero aun así nos mantenemos igual o peor, en nuestra esfera, tú en la mía, yo en la tuya; o intercambiamos nuestras rabias, para hacerlas más divertidas y trágicas, siendo común para nosotros derramar unas cuantas lágrimas para fingir que sufrimos, que cada uno tiene una vida que no vale la pena recordar en donde estamos, o que solo es por hacer que se ponga a llorar la gente que nos conoce poco, y eso no es porque queremos que tengan compasión de nosotros (la compasión es igual a desprecio) sino para que vean que nosotros somos más humanos que ellos, aunque no sea cierto...

Víctor Van Amadeus

ecoestadistica.com